lunes, 1 de julio de 2013

(M.N. 08) FORTALEZA URBANA

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Doña Carmen abrió los ojos. Ya era de noche y necesitaba regresar al sitio al que pertenecía, el edificio que la había visto convertirse en lo que era y que debía transformar en su “fortaleza”, junto con todos sus habitantes que muy pronto le pertenecerían, empezando por su nieto. Pero antes había una parte de ella que esperaba impaciente en otra tumba, era el hombre que la había recogido en la carretera, ahora formaba de ella como si de un brazo o una pierna se tratara, pero ese miembro externo de si misma necesitaba alimentarse al igual que ella, que ahora podía estar en dos sitios al mismo tiempo. Luego mientras ella se asentaba en su lugar, su “brazo” por llamarlo de alguna manera, iría a buscar a aquel ser que la estuvo espiando durante sus primeras horas. Una espesa niebla salió de la tierra, ascendió al cielo y se transformó en una lechuza que comenzó a volar al sur. A medida que se acercaba a su lugar, empezó a recuperar el contacto con doña Eulalia sus mentes se estaban volviendo a fusionar como si fueran una. Su nieto se había ido, aunque por poco tiempo, pronto regresaría con su amigo y ambos le pertenecerían, pero primero debía ocuparse del resto de los habitantes del edificio, serían su alimento y sus guardianes. Llegó a su destino, se alimentó de uno de sus inquilinos, para terminar de recuperar las fuerzas que perdió al alejarse de aquel lugar. Pronto saldría el sol y como un fantasma, entró en el oscuro y profundo sótano que había en el edificio y del que muy pocos tenían la llave. 
 El día pasó con normalidad, doña Eulalia parecía estar siempre pendiente de todo el que entraba y salía. Aquella tarde, aparecieron, Daniel y su amigo, que subieron al apartamento, donde empezaron a seleccionar todas las cosas que había en el piso, Daniel repartió algunas de sus pertenencias de su abuela con algunos de los vecinos con los que mejor se había llevado la anciana, incluyendo la ropa que estaba en mejor estado, entre ellas estaba doña Eulalia. 
 - Te lo agradezco hijo y disculpa por lo que dije ayer, ya tengo una edad en la que se me va mucho la cabeza- dijo la buena mujer con una claridad inusitada. 
 - No hay por que darlas señora Eulalia, ya sabe que mi abuela la tenía en mucho aprecio. 
- ¿Queréis pasar a tomar una taza de té? 
 - No gracias, cuando terminemos tenemos que ir a casa a descansar, que todavía nos queda mucho trabajo por delante- contestó Daniel. 
 La que si aceptó esa taza de té fue doña Maruja, que como siempre, quería ponerse al día de todos los cotilleos tanto de la escalera como del resto del barrio con la portera. Las nubes, habían oscurecido el cielo y adelantado la noche mucho antes de lo habitual para aquella época del año y con la oscuridad, Selina, la gata blanca de la señora Eulalia hizo acto de presencia. Con su apariencia felina, a doña Carmen le era más fácil pasar inadvertida e incluso acercarse más a los niños que pululaban por la finca, se dejaba acariciar dócilmente y apenas con unos lametones tenía suficiente para conseguir lo que necesitaba. Por la noche se colaba en sus habitaciones y se alimentaba a placer, quitándoles poco a poco la vida. A la tarde siguiente, parecía haber una extraña complicidad entre doña Eulalia y doña Maruja, el marido de esta última pareció ver un cambio extraño en el comportamiento de su mujer, pero ya era tarde, tal vez la comida o la bebida contenían aquel ingrediente especial que también tenía el té de doña Eulalia y derepente, Eustaquio, se encontró recogiendo de la calle las cosas que Jota y Daniel habían sacado a la calle con la intención de tirarlas, el hombre las bajó al oscuro sótano, donde ahora yacía doña Carmen, en una caja de madera, consolidando poco a poco su poder en el que se estaba convirtiendo en su reino. 
 El largo “brazo” de doña Carmen, había viajado al norte y luego al este, siguiendo el rastro de aquel que consideraba una amenaza. Finalmente lo vio entrar en un edificio, alguien le había dado permiso. Si quería enfrentarse al enano, debía estar fuerte, así que buscó por las proximidades a un solitario transeúnte del se alimentó hasta hacerle perder el conocimiento, luego, regresó a su puesto de vigilancia. El niño con cara de anciano, salió de una ventana convertido en insustancial niebla y se presentó ante el en la azotea de el edificio desde donde vigilaba. 
 - ¿Qué es lo que quieres? He dejado la zona en la que habitas ¿Por qué me sigues? 
 - Quiero respuestas, ¿Qué soy? ¿Qué somos? ¿Hay más como nosotros? 
- Sabes bien lo que eres, siempre se ha hablado de nosotros, tanto en la tradición oral como en la escrita y el cine se ha encargado de que todo el mundo nos conozca, aunque como ya has comprobado, de una forma muy distorsionada. Y si, hay más como nosotros siempre los ha habido y siempre los habrá. 
 - ¿Y los vivos, los hay que saben de nuestra existencia fuera del cine y la literatura? 
 - Solo unos pocos… pero sois los grandes vampiros la amenaza para los humanos… 
 - ¿Y tu que eres? 
 - Una vez fui parte de un vampiro mayor, como lo eres tu ahora, el sabía todo lo que yo sabía y yo todo lo que el sabía, era como una marioneta, hasta que alguien, mató a la mano que movía mis hilos, pero de eso hace ya mucho tiempo, ahora solo me muevo por inercia, mi mordedura no es contagiosa ni mi sangre puede formar los vínculos con los vivos, pero sigo adelante, al menos por un tiempo, hasta que solo pueda existir matando y convierta en una amenaza. 
 - No tendrás que esperar tanto, para mí ya eres una amenaza- dijo el vampiro. 
 En ese momento, una estaca de madera, se introdujo por la espalda del vampiro, incrustándose con fuerza hasta atravesar su corazón, el vampiro cayó al suelo desangrándose, mientras una atlética mujer, la misma que le había clavado la estaca, lo contemplaba. 
- Tenías razón, este es poderoso. Será mejor que termine el rito y me deshaga del cuerpo, luego me dirás donde esta la verdadera mente de este ser, le dijo la mujer al pequeño vampiro, que observaba la escena. 
 Doña Carmen notó a kilómetros de distancia como si le hubieran amputado una de sus extremidades. La presencia del pequeño vampiro había camuflado a su atacante, del que solo empezó a intuir su presencia cuando ya era demasiado tarde. Sabía que su enemigo vendría a por ella y debía consolidar su poder, convertir su refugio en una fortaleza llena de soldados y ya había puesto la vista en los que serían sus próximos siervos. Una pareja joven que vivía en el 4º B, trabajaban en un gimnasio, el era culturista y ella profesora de aerobic, jóvenes y fuertes, eran los guardianes perfectos. 

Jotacé.

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