lunes, 15 de julio de 2013

(M.N. 09) ARTISTAS DE LA BROCHA GORDA


Aquel viernes, Jota y Daniel ya se habían desecho de casi todo lo que perteneció a doña carmen y tocaba comprar la pintura para las diferentes habitaciones, fue lo único que hicieron esa tarde, ya que después decidieron tomarse un merecido descanso, Jota quedó en un bar cercano con sus amigos Paco y Alex.          
- ¿Y qué? ¿Cuándo os traen los muebles nuevos?- preguntó Alex  
- El lunes o el martes. Este finde tendremos que pintar a toda prisa, si lo queremos que tener todo a tiempo y nosotros… no somos unos expertos de la brocha gorda precisamente.       
- Ni de la fina tampoco. ¡Contratad a alguien que os lo haga, joder!- se mofó Paco.          
- ¡¿Estás loco?! Ya casi nos estamos saliendo del presupuesto- dijo Daniel.           
- Hombre, si os invitáis a una comida, tal vez me ofrezca voluntario, incluso podría traer algo de ayuda- dijo Alex.     
- Si la comida es buena, a lo mejor también me apunto yo- dijo Paco.  
- Pues… no se- dudó Daniel.       
- Si, claro que si, terminar antes bien merece una comida, aunque sabiendo como come Paquito a lo mejor nos saldría más a cuenta contratar a alguien- bromeó Jota.         
- ¡Vale, vale! Vosotros mismos. Que mí, eso de llenarme de pintura y demás…- dijo Paco haciéndose el ofendido.      
- Solo estaba bromeando. Pagaré encantado la comida, solo por verte trabajar un día- dijo Jota.        
- ¿Puedo decirle a mi amigo Santi que se venga también? Hace tiempo que no lo veo y…- preguntó Dani       
- ¡Es tu casa tío! ¿De verdad crees que tienes que pedirle permiso a alguien?- dijo Alex sorprendido.        
- ¡Vale, vale! Entonces lo llamo y a ver si sus padres le dejan. Al oír aquello, los tres amigos soltaron una carcajada que hizo enrojecer al pobre Daniel.        
- Perdona que nos riamos, ¿pero qué edad tiene tu amigo, diez años?- preguntó Alex         
- No, la nuestra- contestó Dani atónito      
Los tres amigos volvieron a soltar otra carcajada, ante la mirada de los otros clientes del bar.                                
Al día siguiente volvieron a quedar en el mismo sitio, pero a las ocho de la mañana para desayunar antes de empezar el trabajo. A Paco y a Alex, se les habían sumado Sara y Esther, la cual se apresuró en sentarse al lado de Daniel.          
- ¿Cómo estas?- preguntó Esther en tono maternalista, ya que la última vez que se habían visto fue en el funeral. - ¿Yo? Pues… bien supongo- contestó dubitativo.    
- ¡No mejor que tu guapa!- dijo Paco en su habitual tono jocoso, todos lo miraron serios- vale, vale, ya me callo.      
Poco más tarde los seis amigos llegaban al edificio, donde les estaban esperando Santi y su padre, que se despidió de ellos tras dejar allí a su hijo. Jota aparcó el coche en doble fila para poder dejar la pintura y todo lo que habían comprado el día antes, en la puerta del edificio, luego buscó un buen sitio para el coche, mientras los demás entraban la pintura y las herramientas en el interior. Se cruzaron con los vecinos del cuarto, monitores en un gimnasio, que parecían haber salido de un catálogo del decatlón, con su ropa de deporte inmaculada ambos bronceados por los rayos uva y marcando los músculos de el y las atléticas y voluptuosas formas de ella, sin un ápice de grasa que le sobrara, a pesar de ello, la chica tenía el rostro un poco más pálido y ojeroso de lo normal.       
- ¿Qué te pasa hoy, Sofía? No te reconozco esta mañana- preguntó el chico desconcertado.         
- Habré pillado algún virus, seguramente. Esta noche he dormido fatal… con unos sueños rarísimos- contestó ella mientras salía por la puerta. 
- Yo si que tendría sueños raros y húmedos con esa jamona durmiendo a mi lado- le susurró Paco a Alex dándole un codazo de complicidad.  
- Ya te digo colega- Sara, ante aquella contestación de Alex, le dio un puñetazo en el brazo- ¡Era broma!       
- El puñetazo también, si quieres puedo seguir con las bromas- dijo ella enseñándole el puño.          
Dani, que tenía las llaves del piso, subió en el ascensor junto con las chicas, al resto del grupo le tocó subir por las escaleras a pesar de las protestas de Paco y Jota llegó al poco rato.     
Una vez en el piso las chicas fueron a cambiarse de ropa en el pequeño cuarto de baño, mientras los chicos empezaron a distribuirse el trabajo. Daniel al que todo parecía darle igual le cedió la tarea de distribuir el trabajo a Jota, que se dejaba llevar hasta cierto punto por lo que decían sus amigos Paco y Alex y también por las chicas, que decían tener mejor gusto que ellos, aunque a veces se pasaban de cursis. Esther, cada vez que hacía algún tipo de sugerencia siempre le preguntaba a Daniel su opinión. Entretanto Santi, se sentía fuera de lugar, evitaba a las chicas, por que la atracción que sentía hacia ellas le daba un incomprensible sentimiento de culpabilidad, como si tan solo el roce con ellas equivaliera a pecar en el sentido más estricto de la palabra y siempre le preguntaba a su amigo Daniel o a Jota que podía hacer, al final siempre le tocaban los trabajos más sencillos que a veces eran los más duros y es que el pobre, desconocía la manera de hacerse valer por sus compañeros.     
Cinco horas más tarde, los amigos habían avanzado bastante, dejando el trabajo casi terminado, o al menos eso pensaban. Decidieron ir a comer algo en algún restaurante cercano al piso. Santi se sentó en un rincón de la mesa y permaneció casi todo el tiempo en silencio, contestando a las preguntas que se le hacían con monosílabos para disimular su tartamudez, al único al que consideraba su amigo de todo el grupo era a Daniel, pero la pelirroja y voluptuosa Esther, la cual le tiraba los tejos a su amigo descaradamente, ante la mirada del resto del grupo, lo acaparaba por completo. La comida se alargó casi hasta las seis de la tarde. Después Paco, Alex y Sara se fueron a sus casas, ya que otros asuntos les ocupaban aquella tarde noche. Jota y Daniel decidieron seguir un par de horas más y a ellos se les unieron, Santi, que esperaba poder ser un poco más útil ahora que serían menos gente y Esther, que se quedó con la condición de que al finalizar el trabajo la acercaran a su casa. Una hora más tarde, apareció el padre de Santi, para llevarse a su hijo devuelta a casa, así quedaron solos Jota, Dani y Esther, la cual les propuso ir a cenar alguna cosa, cuando por fin dieron la jornada por concluida, a eso de las nueve, pero antes ocupó un buen rato el cuarto de baño y la ducha, para quitarse el sudor y los restos de pintura. Cuando salieron del piso, era ya casi de noche y Selina, la gata blanca de la portera, parecía estar esperándoles en la puerta. A pesar de la aparente docilidad del animal, Daniel, sentía un extraño escalofrío en la espalda, cada vez que se le acercaba el animal, que los acompañó asta el portal, restregándose por las piernas de los tres amigos.                       
Jotacé.

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