lunes, 28 de octubre de 2013

(H.C. 33) SUEÑO DIVINO


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Todos en la ciudad pensaban que fizo era un esclavo escapado de las minas de las montañas, más allá del gran río que atravesaba aquella parte del continente. Que la rebelión se estuviera extendiendo por todo el territorio, explicaba como el esclavo pudo llegar tan lejos en su huida y la razón por la que los militares que allí había, les fuera imposible destinar a nadie para llevar de vuelta a un solo esclavo de vuelta a las minas. Toda la ciudad se movilizó en los preparativos para la ejecución de aquel “enemigo”, para ellos era como un espectáculo, una fiesta en honor de los dioses. Hacía tiempo que Fizo estaba preparado para morir, pero lo último que esperaba es que su sacrificio fuera el motivo de festejo para un puñado de fanáticos ávidos de sangre. Tan solo deseaba que sus amigos a los que él mismo creía dioses consiguieran llevar a cavo la misión, sin su ayuda. 
Sus carceleros y verdugos, lo habían torturado y despojado de todo cuanto llevaba encima, su ropa se convirtió en harapos, que apenas le cubrían el cuerpo y tenía frío encerrado en aquel agujero infecto, esperando su última hora, o tal vez uno de aquellos milagros a los que los dioses le tenían acostumbrado. 
 Poco faltaba para medio día, cuando un leñador acudió al cuartel general de la milicia, para informar de que en el bosque cercano a la ciudad se estaba reuniendo un pequeño grupo de rebeldes. 
 - Por lo que pude escuchar, están planeando rescatar al esclavo, no se como lo piensan hacer, pero apenas son cuatro o cinco- dijo el leñador 
- Jajaja… Está bien. Entonces habrá que aplazar la ejecución para cuando atrapemos a todos esos traidores. Iré personalmente a cogerlos- dijo esperando ser tratado como un héroe a su regreso. 
 Poco después todo un destacamento de soldados nativos salía de la ciudad, siempre guiados por el leñador, el destacamento se internó en el bosque. Llegaron a las proximidades de un claro, donde podía verse un carromato y tres figuras alrededor del fuego. Antes de caer sobre los rebeldes, el leñador les señaló dos figuras que parecían hacer guardia en las proximidades mientras sus compañeros descansaban antes de la misión de rescate. Los soldados inmovilizaron a los dos vigilantes y el resto de la guarnición rodeó al los tres rebeldes restantes, entre los que se encontraba Kina. 
 - ¡Oiga jefe! ¡¿Por qué no nos deja disfrutar un rato de esta hembra antes de regresar a la ciudad?!- digo uno de los soldados acariciando a la hermosa nativa que intentaba zafarse de las garras de su captor. 
 - ¡¿Es qué no has visto que es una salvaje inferior?! ¡En la ciudad hay hembras hermosas, de pura raza! 
 Como el jefe de los soldados esperaba, su regreso fue celebrado con gran algarabía. Lo que nadie sabía es que mientras el grueso de la tropa se había desplazado al bosque para atrapar a esos pocos rebeldes, la mayor parte de ellos, aprovecho dicha ausencia para infiltrarse en la ciudad. Esa noche, mientras se celebraba la victoria contra los rebeldes de las montañas, sin ser vistos los infiltrados, echaron una sustancia narcotizante, creada por Robert con las distintas plantas que había encontrado en el bosque tanto en el agua de los pozos, como en las distintas bebidas que se sirvieron durante la celebración. Pronto toda la ciudad estuvo sumida en un profundo sueño. 
El leñador que había conducido al jefe de la guarnición asta los rebeldes, se encargó de suministrarle personalmente la bebida la cual estaba libre de narcóticos, cuando vio como todos en la ciudad caían presa del sueño, intentó huir creyendo estar sufriendo algún tipo de encantamiento. Pero en ese momento dos pequeños dioses se le aparecieron, eran Robert, que decidió adoptar para la ocasión la forma Yumi y Hugo. A pesar de la corta estatura del humano y del androide multiforme que lo acompañaba, el jefe de la milicia local se arrodilló aterrado ante lo que para él eran dos criaturas fantásticas, ya que a pesar de su fanatismo nunca antes había visto a ninguno de aquellos dioses que veneraba, venidos de las estrellas. 
 - ¡No se quienes sois, pero tened piedad de mi! 
 - ¿Acaso no reconoces a tus dioses?- dijo Hugo. 
- No temas nada, pues nada te va a pasar si cumples fielmente nuestra voluntad- dijo ahora Robert, con la voz de Yumi.- Mañana llegará una guarnición enviada por nosotros con la orden de llevarse a todos los prisioneros rebeldes que pensabais sacrificar en nuestro nombre. 
 -A dichos prisioneros no debe pasarles nada o responderás con tu vida y con tu alma. Así mismo la guarnición se llevará también el carromato que pertenecía a los rebeldes- dijo ahora Hugo. 
- Haré todo lo que me digáis. 
- Pero recuerda que esto no es más que un sueño, a través del cual nos comunicamos contigo como fiel seguidor nuestro, eso será lo que dirás si te preguntan- dijo Robert sacando una poción de la túnica que llevaba para la ocasión.- Ahora bebe y duerme, ya que has sido bendecido por los dioses. 
El jefe de la milicia obedeció a los que él creía que eran sus amos y como el resto de la ciudad, quedó profundamente dormido. 
 Los rebeldes que habían organizado aquello y que eran una quincena entre los que se encontraba Remcho, robaron uniformes de la milicia y regresaron a su escondrijo en el bosque para preparar su entrada en la ciudad. Hugo y Robert, visitaron a sus amigos, en las mazmorras, esperando su liberación. Ellos habían evitado beber líquidos durante todo el día, ahora que veían como el plan se estaba cumpliendo como se había planeado, sin derramamientos de sangre y sin ver comprometida su misión original, pudieron beber agua limpia. Hugo y Robert que ahora por petición del primero adoptó la apariencia de Marina, recorrieron la ciudad para ellos alienígena. 
Si todo iba bien aquel plan les facilitaría el camino asta su objetivo sin levantar sospechas en la población local del planeta. Al amanecer, antes de que los efectos del narcótico desaparecieran, los dos terrícolas regresaron a su escondite en el carromato. Aquella mañana, todos los habitantes de la ciudad, amanecieron con la boca seca y una gran sensación de resaca, pero aún con ganas de continuar con el espectáculo, que implicaba el sacrificio de los rebeldes. Sin embargo a la hora señalada para dicho acontecimiento, el jefe de la milicia se presentó en el centro de la ciudad, hablando de sueños en los que los dioses le ordenaban mantener con vida a los prisioneros. A pesar de su fanatismo, el gentío se negaba a creer en las palabras del militar y reclamaba el espectáculo prometido, amenazando con rebelarse. En ese momento un disparo, realizado con una de aquellas armas que los dioses les habían enseñado a hacer con pólvora, estalló en el aire y una quincena de soldados venidos de nadie sabía donde, aparecieron para confirmar las palabras del jefe de la milicia y reclamar a los prisioneros. 

Jotacé

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