lunes, 21 de octubre de 2013

(M.N.16) POR FAVOR LLÁMAME.

La luz del día se filtraba como podía a través de las rendijas de la persiana. A Jota pasó la mañana dando vueltas de un lado a otro de la cama, pensando continuamente en Diana y la noche que había pasado con ella. Tampoco ayudaba a la hora de conciliar el sueño, el hecho de estar en una cama nueva, ni el ruido que hacían algunos domingueros, sacando a pasear al perro, o yendo a comprar el pan para el desayuno o el periódico. A pesar de todo consiguió dormir unas pocas horas, asta que sonó su móvil estrepitosamente, sacándolo definitivamente de aquel duermevela. “Seguro que es la pesada de mi madre para que vallamos a comer, como si lo viera”, pensó para sí alargando la mano para coger el infernal aparato y llevárselo a la oreja sin mirar el número.
 - Hola Mama… hoy no me encuentro muy bien y dudo que vaya a ir a comer…- dijo con cierta desgana.
 - Todavía no me había planteado adoptarte y en cuanto a tu malestar, conozco algún que otro remedio para la resaca- dijo una voz sensual con leve acento extranjero al otro lado del teléfono.
 - ¡Diana! ¡Lo… lo siento creía que eras otra persona!- dijo Jota despertándose de golpe.
 - Pues no soy tu madre. Pero oye, es una pena que te encuentres mal, por que si pensaba invitarte a comer o a desayunar, como prefieras, aunque son las dos y media de la tarde.
 -¡¿Mal?! ¡Pero si me encuentro perfectamente! 
 - Jajaja… ¿No me digas? ¿Entonces te apuntas?
 - ¡Claro! ¿Dónde quedamos? Media hora más tarde Jota se encontró con diana en un bar del centro de la ciudad, se dieron un beso en los labios, como si llevaran ya tiempo saliendo juntos y poco después estaban en un restaurante, sentados uno frente al otro, leyendo la carta y poco después el camarero ya les estaba tomando nota. 
 - No sabes las ganas que tenía de volver a verte- dijo Jota con una sonrisa en los labios.
 - Yo también, pero… te tengo que pedir un favor y… no, mejor no, creo que sería abusar demasiado.
 - Por favor abusa de mi- dijo Jota bromeando.
 - No, de verdad, prefiero buscar otra solución a mi problema- dijo ella poniéndose seria.
 El camarero volvió a aparecer con la comida.
 - Si es una cuestión de dinero te advierto que con todo el jaleo de la mudanza estoy más pelaó que el rabo de un mono- dijo Jota cuando se quedaron nuevamente solos en la mesa.
 - jajajaja… ¿Qué? No, no es eso, aunque tal vez soy yo la que podría ayudarte.
 - No lo entiendo.
 - Necesito un sitio donde pasar unos días, al menos hasta que encuentre otra cosa. Es una larga historia y si me dices que no, lo entenderé. Aunque si es cuestión de dinero, estoy dispuesta a pagarte por una habitación, un sofá o lo que sea. 
 - ¡Caray guapa! Si que eres lanzada, nos acabamos de conocer y ya quieres que nos vallamos a vivir juntos.
 - No es eso de verdad, solo serán unos días.
 - Es que… No lo se, tendría que consultarlo con mi compañero y aunque me dijera que si… todo esto me parece muy sospechoso. Lo siento, a lo mejor soy demasiado desconfiado, pero de momento prefiero que no…
 - ¿Sabes Jota? Eres muy listo y lo entiendo perfectamente, pero déjame hacerte una pregunta al menos. ¿Eres creyente? 
 - ¡¿Qué!? No veo a que viene esa pregunta- dijo Jota desconcertado
 - No te preocupes que no voy a darte ningún sermón, solo contesta a la pregunta.
 - Antes si que lo era, es decir de niño, pero ahora… hace mucho tiempo que ni me lo planteó… - Jota se quedó en silencio un momento- No, no lo soy, aunque no veo que tiene eso que ver con lo de venir a vivir con migo.
 - Lástima, eso al menos ayudaría .
 - ¿Ayudaría a que? ¿Tú si que lo eres?
 - A mi no me hace falta, se lo que hay tengo que saber- dijo ella con una sonrisa.
 - ¿Y qué es eso tan importante que sabes?
 - Sobre mi misma Jota sobre mi misma y bueno, sobre otras cosas que no creerías… Escucha se exactamente la dirección de tú nueva casa y se que tú y tu amigo corréis un serio peligro- dijo Diana muy seria apuntando algo en una servilleta.
 Jota estalló en una estrepitosa carcajada, para una vez que conseguía ligar y lo hacía con una loca. Cuando consiguió dejar de reírse, ella le pasó la servilleta y él se puso muy serio al ver allí escrita la dirección de su nueva casa.
 - ¿Quién eres y sobre todo que es lo que quieres?
 - Lo que te conté anoche era cierto, pero hay cosas de mí que es mejor que no sepas, al menos de momento. Y lo que quiero es evitar que ciertas cosas se descontrolen. Dime ¿Han habido más muertes de las habituales en vuestro edificio nuevo, en las últimas semanas o habéis notado algo extraño en el comportamiento de vuestros vecinos?
 - Defíneme extraño y en cuanto a lo de las muertes, no que yo sepa… pero claro, me acabo de mudar. 
 - Sin embargo anoche al decirme las razones por las que te mudabas ahí, me hablaste de la muerte de la abuela de tu compañero. ¿Nadie más? ¿Seguro?
 - Bueno, también murió una chica que vivía allí con su marido o novio, pero falleció en el hospital, así que no cuenta.
 - Está bien, si ocurre algo fuera de lo corriente, por favor llámame. No me lo perdonaría si te ocurriera algo malo.
 - Una de dos o me estás tomando el pelo o estás como una regadera.
- Ojala fuera eso. Diana se levantó, le dio un cariñoso beso en la mejilla y se dirigió a la barra. - ¿A dónde vas ahora?- preguntó Jota.
 - He de irme, necesitas asimilar todo lo que te he contado y como te prometí, te invito a comer.
 - Pero…
 - Y por favor llámame.
 Cuando Jota salio del restaurante, estaba totalmente desconcertado con lo ocurrido durante la comida. Hasta su amigo Daniel, que siempre había sido bastante retraído se había espabilado y había conocido a una chica normal con la que estaba manteniendo una relación, él en cambio para una vez que ligaba, lo hacía con una loca, que probablemente lo había estado espiando, que le hablaba de muertes misteriosas y de que él mismo corría peligro. Pensó que en aquel mismo instante ella podría estarlo siguiendo así que en varias ocasiones se giró para asegurarse, pero no vio nada que le pareciera sospechoso. 
Antes de regresar a su casa, decidió pasar por la de sus padres, donde fue inevitable que su madre notara su preocupación, pero él evitó contarle nada, alegando que era algo relacionado con el trabajo. 
 Atardecía, cuando por fin llegó a su edificio. Para su sorpresa, parecía haber un gran revuelo. Había un par de ambulancias, algunos coches de policía y varios medios de comunicación rodeando el acceso, se acercó a uno de los vecinos que estaba hablando con un periodista.
 - …Era un matrimonio de lo más normal, apenas discutían…- escucho que decía.
 Al acercarse más, vio como unos enfermeros se llevaban dos camillas con dos cuerpos totalmente cubiertos por sacos de color verde y se fijo como aquel hecho parecía haberles afectado más a los vecinos de los bloques colindantes que a los de su propio edificio, la cabeza empezó a darle vueltas y un nudo empezó a formarse en su garganta. ¿Se estaría volviendo el también paranoico? Primero aquella especie de temor de Daniel, casi supersticioso a regresar a la que había sido la casa de su abuela, luego la conversación con la misteriosa Diana y ahora aquello.

 Jotacé.

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