martes, 3 de abril de 2018

LA CHICA DE VENUS. UNO.


Una gigantesca y amenazante araña acecha el espacio, decorando el casco de la nave en la que ha sido dibujada, “El Tarántula” un carguero fuertemente armado que permanece a la deriva, como si hubiera sido abandonado o tuviera alguna avería que obligara a su tripulación a mantener los motores de la nave apagados. Sin embargo, en el interior, sólo un par de técnicos de comunicación hacen guardia mientras el resto pasa el tiempo como puede.
El camarote de la capitana Dolores Zorrilla está decorado de forma bastante tétrica, y la tenue luz rojiza que baña las paredes no ayuda en nada a suavizar la extraña sensación de miedo que puede provocar a cualquier visitante inesperado. Enfundada en su ceñido traje de cuero sadomasoquista, Dolores fustiga una y otra vez con el látigo al desdichado Roger, su segundo de abordo, que está desnudo y encadenado a la litera donde se retuerce y gime ante las torturas de su sádica capitana.
– ¿Quién es la que manda aquí esclavo? ¿Lo dirás o te tendré que hacer más daño? – susurra Dolores mientras lame las heridas de su segundo.
– ¡Tú, ama! ¡Siempre has sido tú!
– ¡Demuéstramelo lamiéndome el coño como tu sabes cerdo inmundo!– dicho esto Dolores agarra a su subordinado por los pelos y pone sus piernas encima de la cabeza de Roger.
– ¡Vamos perro lame con más ganas! ¡¿O vas a decirme que no te gusta?!
– ¡¡¡GLGLGLGLGLGLGLG!!!– gime Roger mientras Dolores sigue ejerciendo presión sobre su cara, asfixiándole cada vez más. Los gemidos de su segundo, lejos de hacerla levantar de su posición, la excitaban más todavía, con lo cual aumentaba la presión gimiendo de un modo alocado, cualquiera que escuchara los gritos de placer de la pérfida Dolores pensaría que era él el asesino en vez de ella.
–¡¡¡Así esclavo, dame más placer!!! ¡Aaaaaahhh...!
– En ese momento y para alivio del pobre Roger suena el comunicador del camarote.
– ¡¿Quién coño es ahora, joder?!- grita Dolores muy cabreada y sin apartarse de su cada vez más asfixiada presa, a quien agarra de los pelos casi hasta arrancárselos– ¡Dije que no se me molestara!
– Capitán, hemos conseguido interceptar la conversación de la Tierra a Venus que esperábamos, y como dijo que la avisáramos...
– Está bien teniente, ahora voy. Y rece porque no sea una llamada equivocada– dice Dolores mientras se levanta por fin de encima de la cabeza de su segundo, dejándole respirar. Luego se pone una larga bata que le cubre todo el cuerpo y se dirige a la puerta dejando a Roger maniatado a la litera.
– Ni se te ocurra moverte de ahí rata, luego seguiremos donde lo hemos dejado.

* * *


A finales del siglo diecinueve y principios del veinte se creyó falsamente que en Venus podía haber vida, por la similitud que tiene con nuestro planeta. Pero las sondas y los satélites que fueron enviados a mediados del siglo XX demostraron lo equivocados que habían estado los escritores de ciencia ficción de la época. La densa capa de nubes que cubre el planeta provoca un efecto invernadero que hace que éste se caliente hasta límites insospechados, esto sumado a la alta presión atmosférica hace imposible cualquier tipo de vida en el planeta. Pero la cabezonería humana no tiene límites, y tras colonizar Marte y la luna Europa en Júpiter, los científicos y las grandes empresas de La Tierra, que siempre habían tenido la mirada puesta en otras estrellas más allá de nuestro Sol, pensaron que Venus, siendo el planeta más caluroso del Sistema, podía albergar la materia prima para las naves del futuro. Así, se construyó un satélite artificial que se llamó Galileo en el que se albergaría el centro de mando para la futura colonización del planeta, que se iría ampliando a lo largo de los años. La ciudad que albergaría a los colonos estaría construida en el interior de una gran burbuja de aire rodeada de granito que estaría bajo tierra, y a la que se conoce con el nombre de Hades. Desde Hades, o la Burbuja, como la llaman muchos, salen varios túneles, algunos hacia las distintas factorías mineras que se encuentran esparcidas por todo el planeta a distintos niveles. Otros túneles van directamente a la superficie del planeta y de ellos salen las naves espaciales de corto alcance, pequeñas lanzaderas preparadas para resistirlo casi todo y que van directamente al satélite, con su carga tanto de material como de pasajeros, ya que ninguna nave normal se atrevería a entrar voluntariamente en Venus, a menos claro está que su piloto fuera un suicida. En el interior de Hades, las máquinas trabajan sin descanso para proveer a la ciudad de aire, y la luz artificial de la ciudad está regulada para aparentar la falsa ilusión de día o noche según el meridiano de Greenwich en La Tierra. La mayor parte de la gente se desplaza normalmente a través de los transportes públicos y sólo los habitantes más ricos de Venus se permiten tener vehículos privados. Estos excéntricos habitantes viven en el centro de Hades, cerca de los tres rascacielos que están unidos al techo de la gigantesca burbuja y que son conocidos como los pilares del paraíso, ya que entre los edificios hay un gigantesco jardín con plantas exportadas desde La Tierra, junto con algunos animales.
Pero retomando nuestra historia, en uno de los múltiples edificios de oficinas que se encuentran bordeando la ciudad, tiene lugar la conversación que ha interceptado el Tarántula desde el espacio.
– Señor Lázaro, este es Ulises Guzmán, uno de nuestros mejores trabajadores y el joven al que la empresa ha elegido para el puesto en La Tierra– dice Miller, el jefe de personal, mientras señala a Ulises con su mejor sonrisa rastrera. Un tipo bajo, gris y con una incipiente calvicie.
Ulises es un joven de unos veinticinco años, estatura media y pelo negro y desordenado. Aparentemente Ulises Guzmán da la impresión de no haber roto un plato en su vida y parece llevar camino de convertirse en un tipo tan gris y aburrido como el jefe de personal. El tercer hombre que hay en la habitación, o mejor dicho su titilante imagen holográfica, ya que él está en La Tierra, razón por la cual tarda siempre un rato en seguir la conversación, es Tomás Lázaro, gracias a los avances médicos, su aspecto es el de alguien con unos cuarenta o cuarenta y cinco años, en realidad tiene sesenta y tres recién cumplidos y es el dueño de una de las mayores empresas que fabrican componentes espaciales. – He leído su expediente Guzmán y es inmejorable, espero tenerle pronto aquí, gente trabajadora como usted es lo que nos hace falta...– Lázaro se quedó un momento callado y Ulises aprovechó para decir algo, pero en ese momento la titilante figura siguió hablando– Los terrestres no estamos acostumbrados a esa vida tan dura que lleváis en las colonias... Perdona, creo que ibas a decir algo, las conversaciones a larga distancia ya se sabe– la verdad es que ni Ulises ni la mayoría de la población de Hades podía saberlo, ya que ese tipo de conferencias sólo se las podía permitir gente con mucho dinero como Tomás Lázaro. – Sólo que será un placer para mí trabajar allí– dice Ulises frotándose las manos mentalmente. – Señor, Ulises es un orgullo para la empresa en Venus, y espero sinceramente que su aportación en La Tierra será… – Siento interrumpirle señor Miller, pero podría dejarnos a solas un momento. Las conversaciones interplanetarias ya son bastante liosas con dos personas. – Co... cómo no señor... Si me perdonan– dice Miller mientras sale por la puerta, un tanto ofendido al verse excluido de la conversación. La imagen de Tomás Lázaro aún permaneció un rato en silencio antes de volver a hablar. – Que tipo más pesado ese Miller ¿Eh Guzmán? No sé cómo has podido aguantarlo durante tanto tiempo… – Bueno yo… – Bien, vayamos al grano. La verdad es que a parte de felicitarte por tu ascenso quería pedirte un favor... – Lázaro volvió a interrumpirse un momento– Perdona, ¿ibas a decir algo? – No, nada, nada. Sólo que estoy a su disposición señor Lázaro– los dos hombres se quedaron un momento callados. – Así me gusta. Bueno, a lo que iba. Según tengo entendido tenías el pasaje para dentro de tres días, ¿no? Pues tu pasaje se ha cancelado. Te marcharás dentro de una semana en mi nave privada. No me lo agradezcas todavía, forma parte del favor que te quiero pedir. Dentro de dos meses voy a casarme con la chica más extraordinaria y hermosa que haya en todo el universo, y da la casualidad de que es de tu planeta, así que he pensado que podrías acompañarla en el viaje hasta La Tierra. Y de paso vigilarla... La verdad es que no me gustaría que tan cerca de la boda terminara encaprichándose de otro hombre. No hace mucho tuvo un accidente en el que podía haber muerto y no quisiera volver a tener la sensación de perderla por segunda vez. ¿Alguna pregunta al respecto? – La verdad es que sí– dice Ulises en un tono algo dubitativo–. Yo... agradezco la confianza que deposita en mí, y espero que no me malinterprete pero la verdad es que sólo me conoce por los informes y... En fin que no sé si soy digno de tanta confianza– la figura de Tomás Lázaro permanece callada y atenta mientras asiente comprensivamente con la cabeza. – Amigo Ulises, lo que acabas de decir, y perdona que te tutee, confirma mis suposiciones. Ahora estoy seguro de que no podía elegir un acompañante mejor para Minerva. De todas maneras, cómo nunca se puede estar seguro de nada, 8A se encargará de vigilarte para que no cometas ninguna tontería. – ¡¿Ochoa?!– dijo Ulises con una expresión de sorpresa en la cara. Expresión que se acrecentó todavía más cuando detrás de él apareció un imponente robot de dos metros de alto y de un llamativo color rojo. – A su servicio señor– dijo el gigantesco robot. – 8A ha sido programado para estar a tu servicio mientras te vigila y grava todo aquello que le parezca sospechoso. Te acompañará de ahora en adelante hasta haber cumplido tu misión. Luego te lo puedes quedar cómo recompensa por los servicios. Ya verás que buen criado es– Ulises sonríe nerviosamente mientras mira al robot que hasta ese momento le había parecido que formaba parte del decorado. – Por cierto– continua Lázaro– Mañana tienes una cita para cenar en casa de mi chica, si vais a ser compañeros de viaje conviene que os vayáis conociendo. Pero no te preocupes, para que no te sientas tan incómodo también estarán allí sus padres. ¿Alguna pregunta más? – Yo... creo que... No sé qué decir...– contesta Ulises nerviosamente mientras traga saliva. – Bien entonces creo que lo mejor será cerrar la comunicación. Estas llamadas interplanetarias cuestan un ojo de la cara. ¡Je! ¡Je! ¡Je!...– dijo la imagen holográfica antes de desaparecer. – Mierda. ¡¿Cómo se me ha ocurrido aceptar?!– maldice Ulises malhumorado. – ¿Desea alguna cosa el señor?– pregunta 8-A sobresaltando a Ulises. – ¡Joder, qué susto! Oye, ¿no habrás grabado todo lo que he dicho hasta ahora, verdad? – Sí señor. Es mi deber cómo...
– Genial, ya he vuelto a meter la pata. Anda, será mejor que nos marchemos.


* * *
En la sala de mandos del Tarántula, Dolores manda desconectar la transmisión a Jill y a Charlie para evitar que alguna otra nave pueda detectar su presencia. – Jill, ponte en contacto con el equipo de Venus, que sigan a Ulises Guzmán, él les llevará mañana hasta la mercancía... El tal Guzmán no parece muy problemático, pero adviérteles sobre el robot, y que tengan cuidado también con la chica, diles que es más de lo que aparenta. Tú, Charlie, llama a alguno de los pilotos y que ponga los motores en marcha para ir al punto de encuentro. Entre tanto yo buscaré a Roger para informarle personalmente. – A la orden señora– dicen a la vez Jill y Charlie mientras Dolores sale de la sala de control para dirigirse a su camarote, donde Roger sigue maniatado a la litera. * * * En el centro de Hades, cerca del triángulo de Edén, se encuentran los edificios más lujosos de toda la ciudad, entre ellos está el Strux, llamado así porque pertenece a la compañía de Isaac Strux, uno de los hombres más ricos del Sistema. Allí es donde vive María, hermana de la difunta mujer de Strux, con su marido Fred y la hija de ambos, Minerva, que se llama igual que su difunta tía y que es la prometida de Tomás Lázaro. Allí es a donde se dirige el aereodeslizador que lleva a Ulises Guzmán y al androide 8A. Al ser una zona de alto poder adquisitivo, se pueden ver varios vehículos privados circulando por allí y nadie nota la presencia de otro aereodeslizador que le sigue a una cierta distancia. El vehículo volador en el que va Ulises entra dentro de uno de los aereoaparcamientos que hay en medio del edificio. El aereodeslizador que les ha estado siguiendo se mete en uno de los edificios de ocio que hay justo enfrente, pero antes de eso, dos pequeñas cámaras del tamaño de un mosquito salen del vehículo perseguidor para seguir a Ulises en el aereoaparcamiento. Los pasillos están decorados con todo tipo de imágenes en 3D de cuadros, estatuas, plantas, e incluso fuentes que muestran el poder y el dinero de los habitantes del edificio. Cuando por fin llegan al apartamento, quién les recibe en la puerta es una mujer de unos cuarenta años de edad, muy delgada, y que viste una ropa muy sencilla, teniendo en cuenta el lugar donde vive, pero Ulises no le da la más mínima importancia, “cada cual que vista cómo le dé la gana, que para eso está en su casa”, piensa Ulises mientras la mujer le invita a pasar. – ¿Es usted Minerva? No esperaba que saliera a recibirme a la puerta. – Se equivoca señor Guzmán, soy Lara, la criada. Ahora si e siguen usted y su robot les llevaré a la biblioteca, donde los señores no tardarán en recibirle. – Caray que chasco. No creía que nadie tuviera criados, desde que se inventaron los robots. – Los que tienen mucho dinero sí, es una forma de demostrar su poder– dice Lara mientras conduce a Ulises y a 8A a la biblioteca. El robot se queda quieto en un rincón de la habitación y Ulises empieza a curiosear aprovechando la ausencia de la criada. Algo que choca a Ulises es que los libros son de papel impreso, muy viejos, y están encerrados en una vitrina. En realidad, toda la biblioteca está decorada como si fuera del siglo XIX. Los cuadros que decoran la única pared sin estanterías son de distintas épocas y estilos, hay de Leonardo, Van Gogh, Goya, Picasso, etc. Ulises se queda de piedra ante tanta ostentación. – ¿Te gusta la pintura?– dice una voz joven y suave a su espalda. Ulises se gira sorprendido para ver a la mujer más hermosa que ha visto en su vida. La chica aparenta unos diecisiete o dieciocho años, su pelo es muy negro y le llega hasta los hombros, y lleva un ceñidísimo vestido de tirantes que realza su esbelto cuerpo. El pobre Ulises se queda sin habla por un momento. – El cuadro que estás mirando es un Noguera. Yo soy Minerva, y tú supongo que eres Ulises Guzmán. ¿Correcto? – ¿T-tú eres Minerva? Creía que eras más... más… –¿Más qué? – Mayor. – No sé lo que te habrán contado, pero tengo veinte años. Siento decepcionarte– dice Minerva con una hermosa sonrisa–. Dentro de dos meses cumpliré veintiuno, justo el día de mi boda. ¿Y tú, tienes novia o algo parecido? – No, sólo amigas. – Bueno, pues ya tienes otra amiga. Después de la cena iremos a tomar unas copas. Si vamos a viajar juntos hasta La Tierra necesitaremos conocernos mejor. ¿No crees? Ulises traga saliva mientras mira de reojo a 8A. La perspectiva de salir aquella noche con una chica como ella, era lo mejor que le hubiera podido ocurrido nunca, si las circunstancias claro está fueran distintas. – Creo que no podré, tengo trabajo pendiente antes del viaje y… – Tonterías. Tienes casi una semana para terminar esos trabajos. Por una noche que salgas no va a pasar nada. – Eso espero– contesta Ulises con una sonrisa nerviosa. En ese momento entran por la puerta los padres de Minerva, un matrimonio más o menos de la misma edad que el jefe de Ulises, vestidos de un modo muy elegante. – ¡Ah Minerva, estás aquí! Veo que ya has conocido al señor Guzmán. – Así es papá. Ulises, estos son mis padres, Frédéric y María. – Es un placer conocerles– dice Ulises dándoles la mano a los padres de Minerva. – Igualmente Ulises. Bueno ¿qué tal si pasamos al salón? Creo que la comida ya está lista– dice María mientras salen todos de la biblioteca.
Dibujo de Pedro Cano.
El resto de la historia en...

No hay comentarios:

Publicar un comentario